domingo, 23 de junio de 2013

Carmen VIII. Gayo Valerio Catulo


Se habían presentado antes dos poemas de amor de Catulo: el carmen V y el carmen VII, en los que se describía el amor que sentía el poeta por su amada Lesbia (nombre poético de Clodia), sin embargo, la relación de estos amantes no fue siempre así de feliz.

El poeta padeció varios engaños y traiciones por parte de su querida, seguidos en general de fallidas reconciliaciones; todo esto, llevó a Catulo a alternar versos felices con otros más bien amargos en los que habla sobre su dolor y sobre el rencor que sentía por quien antes amó.

En este caso, se presenta el carmen VIII, un poema de desamor en el que el poeta comenta el esfuerzo que debe llevar a cabo para soportar la pérdida de su amada.

El poema comienza haciendo referencia a los tiempos pasados en los que Catulo y "la niña" se divertían; luego se menciona la pérdida del amor y el dolor que el poeta debe soportar con entereza, y por último, se alude a la vida que le espera a "la niña" ahora que está sola y sin amor.

Si bien el poeta actúa en parte por rencor al hacer mención de los problemas futuros de "la niña", estos son también es una fuente de dolor: el amante no sólo sufre porque no sabe qué hacer ahora que ha perdido a su amada, sino que se conmueve también porque no sabe qué hará ella sin él, qué será de ella cuando esté sola.

Como en ocasiones anteriores, la traducción que se presenta es directa del latín, y las cursivas indican frases añadidas para clarificar el sentido de los versos.


Triste Catulo, deja las tonterías,
y da por perdido lo que ves perdido.

Brillaron en su momento para ti días felices,
cuando frecuentabas los lugares a los que ella te llevaba,
la niña amada por nosotros más que otra ninguna.

Entonces, cuando ella hacía para ti muchas cosas divertidas,
todas las que tú querías y que ella no rehusaba,
en verdad brillaron para ti días felices.

Pero ahora ella se rehúsa, y tú, aunque débil, también debes rehusarte,
y dejar de perseguir a la que huye y dejar de vivir tristemente,
y, con un espíritu firme, volverte insensible al dolor.

¡Adiós, niña, ya Catulo es insensible!,
ya no te buscará ni te rogará contra tu voluntad.
Pero ya sufrirás cuando nadie venga a buscarte.

Ay de ti, malvada, ¿qué vida te espera?,
¿quién se acercará a ti?, ¿quién te verá bella?,
¿a quién amarás ahora?, ¿a quién dirás que perteneces?,
¿a quién besarás?, ¿a quién le morderás los labios?

Pero tú, Catulo, sé insensible.

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